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Los nombres de la Euroleague | Nikos Zisis: General de ejércitos pequeños.

Uno recuerda la historia que vinculaba a Oriol Junyent con el Real Madrid. De eso hace ya bastantes temporadas, el equipo corría por Vistalegre sin conseguir muchos éxitos y la rotación interior estaba tan tocada por la lesión de Venson Hamilton y la baja de Lazaros Papadopoulos que el catalán parecía una oportunidad. Por entonces el pivot lideraba la zona del Ciudad de Huelva en LEB Oro y cuando sonó para el conjunto blanco el debate se centró en el manido dicho “¿qué prefieres ser, cabeza de ratón o cola de león?”.

Al final, el Real llegaría justo de rotación interior a una Copa del Rey en la que no participó Papadopoulos y a la que Venson Hamilton jamás llegó. Junyent tampoco. Lo que dejó el poso para muchos años de que el pivot de Sabadell prefirió ser cabeza de ratón.

Zisis en el partido de Brose Bamberg ante Valencia Basket.

Cuando me pregunto cómo es la historia baloncestística de Nikos Zisis no puedo dejar de pensar en aquella historia que rodeó a Oriol Junyent y el Real Madrid por aquél entonces. Aunque ninguno de los dos haya dicho realmente qué es lo que prefieren ser, sí es cierto que parecieron surgir oportunidades que en algún momento al público le parecieron evidentes. Y lo mismo ni existieron.

Si preguntamos a una buena cantidad de aficionados al baloncesto continental te observarán en Nikos Zisis el ejemplo de base que siempre habrían querido en su equipo. Y si indagamos un poco más nos encontraremos con una legión de fans del mismo, uno de sus jugadores favoritos.

Diamantidis, Papaloukas y Spanoulis.

Nikolaos Zisis (Salónica, 1983) ha tenido que convivir a la vez que tres deidades griegas: primero Papaloukas y luego Dimitris Diamantidis y Vassilis Spanoulis. Si lo miran por un lado no deja de ser una desgracia para alguien que podría brillar con luz propia. Si lo miran por el otro, quizá fue una oportunidad maravillosa. A su lado, Zisis adquirió focos que quizá no le han vuelto a apuntar jamás. Y claro, estar con dos genios del baloncesto le permitió lucir una estampa de seriedad y liderazgo que a quien esto escribe siempre le ha dejado cierta desazón.

Tras un muy buen comienzo en AEK buscó trascender fuera de Grecia y encontró cobijo en Treviso, Italia. Una muy buena irrupción con la vitola de director griego hizo que Papaloukas lo reclamara en CSKA. Pero a partir de aquí el sitio de Zisis siempre estuvo a medio camino entre el líder ratón capaz de formar un equipo competitivo a su alrededor o simplemente un pelo más del león. En CSKA pasó desapercibido en los momentos importantes después de inicios de temporada muy llamativos. Quizá su juventud y esos destellos permitían pensarle en un equipo aspirante. Y Siena volvió a llevarlo a Italia.

La retirada de Papaloukas, lesiones y demás circunstancias le abrieron espacio en la selección.

Un exitoso Montepaschi Siena en la que dirigía un cúmulo de talento que luchaba año tras año por llegar a Final Four. Hairston, Mccalebb, Stonerook, Jaric, Kaukenas… Había tanto talento individual que eran capaces de provocar una especie de anarquía desde el orden imprevisible para muchos equipos. Eso a Zisis quizá le rebajó la exigencia y le convirtió en director de orquesta. Un muy buen director de orquesta, apunto. Alguien que quizá encontró acomodo en la falta de riesgo, sólo tenía que encontrarlo en las manos de otro -poca broma-.

Los años pasaban y Siena se hundió con todo el pallacanestro italiano. Y desde entonces el Zisis cómodo en un equipo en el que entraba en un guante que le venía perfecto pareció perderse sin saber muy bien qué tipo de jugador era.

El liderazgo que mostraba con talento no consiguió plasmarlo jamás en otro equipo. Ese liderazgo de base más recio, serio, sin riesgo. El que botaba el balón y miraba una suerte de bloqueos y soluciones para conseguir que los buenos pudieran tirar y ganar. Pero en aquél proceso se perdió su paso adelante, su capacidad de asumir en primera mano lo que Papaloukas, Diamantidis o Spanoulis sí que consiguieron.

En el partido ante Maccabi Tel Aviv.

En definitiva se perdió un base que no sólo pudiera dirigir con mayor o menor acierto, sino alguien capaz de crear de verdad. Perdió picardía. Y el baloncesto sin embargo la fue ganando.

Quizá su perfil comenzó a bajar. Quizá su propio ego le encasilló en equipos que le diesen mando total que no llegó a asumir con la irrupción que le convirtiera en un base élite en Europa. Director más de fachada que real, siempre le faltó un punto en las piernas para crear juego de verdad. Necesitado de la inspiración de todo lo que le rodeaba perdió cierta frescura. Y jamás volvió a un Montepaschi Siena.

Trinchieri le llamó para Brose y ésta parecía una especie de redención. Equipo de orden y necesitado de ese punto de veteranía para competir en Europa con los mejores. Un riesgo a tomar, si quieren llamarlo así. Pero bien rodeado: Strelnieks y Wanamaker manejaban un equipo en el que él podía esconder bien su talento, ser unas manos de ayuda y una cabeza que diera cierto orden a una rotación que dio muchas sorpresas en Europa.

En su mejor etapa, Montepaschi Siena.

Este año Zisis ha bajado mucho su rendimiento. Hackett y Hickman no han funcionado como los anteriores y Maodo Lo viene pidiendo algún minuto más. Certificando que ya, a sus 34 años, cada oportunidad que ha tenido de liderar en otros aspectos del juego en los momentos clave, no terminó de hacerlo. Pese a que en su burbuja de buen director de juego le haya convertido en un general de ejércitos pequeños.

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