El pasado sábado desayunamos con la triste noticia de la muerte de Drazen Dalipagic, ex jugador de baloncesto serbio y que militó una temporada en el Real Madrid, la 1982-83, de una forma atípica y peculiar.
Nacido en Mostar, Bosnia, y formado en el Partizan, fue uno de los jugadores más dominantes de Europa a finales de los años 70 y principios de los 80. Conocido en los ambientes baloncestísticos como “Praja” logró defender la camiseta plavi de la selección yugoslava nada más y nada menos que en 243 ocasiones, logrando ganar 12 medallas en torneos internacionales, destacando sin duda la medalla de Oro olímpica en Moscú, 1980.
Destacaba en sobremanera en un apartado: el tiro a canasta. Técnica, velocidad… unido a su estética ochentera, con un poblado bigote adornando su faz, se hizo muy popular entre los aficionados del continente… e incluso de más allá del charco: Red Auerbach tras seguirle detenidamente e invitarle a entrenar, le puso sobre la mesa un contrato garantizado con los Boston Celtics, el primer europeo en recibir tal… ¿honor? Las circunstancias deportivas, políticas y sociales del momento impidió ver a Praja con la elástica verde de los de Boston.
Donde si pudieron verle fue en Madrid, en nuestro Madrid. En el año 1982 Lolo Sainz logró su fichaje, y juntarlo en el equipo y pista con el entonces ídolo de la afición blanca, otro balcánico, Mirza Delibasic, que venía de protagonizar un sonoro festival en el Palau Blaugrana, logrando la liga en la última jornada y ante el máximo rival, casi nada. Se hablaba que era la mejor pareja de extranjeros del viejo continente, junto con los Martín, Corbalán, Romay, Llorente, Iturriaga, Brabender, Rullán… un aglomerado de talento como pocas veces visto, con un pequeño problema: solo podían jugar los dos en la Copa de Europa, ya que la liga nacional (ultima temporada antes de convertirse en ACB) sólo permitía un extranjero por equipo, y el elegido para tal menester fue Mirza.

Todo ello propició que apenas se le pudiese ver en el antiguo Pabellón de la Ciudad Deportiva un puñado de partidos. Suficientes para disfrutar de su excelsa muñeca y también para ver que no era Mirza, que tenía una actitud mucho más pasota y que no se integró en demasía, acompañado de una pobre temporada en cuanto a resultados, totalmente en blanco en cuanto a títulos se refiere, con declaraciones de Lolo Sainz de “plantillas descompensada, faltando un interior y un alero”, que al año siguiente se logró arreglar, con los fichajes de Jackson y Robinson, pero claro, eso es otra historia
El bueno de Drazen tras esta temporada sin pena ni gloria, emigró de nuevo hacia Italia, Udine y Venezia fueron sus destinos y sobre todo en la ciudad de las góndolas y canales demostró durante varias temporadas su magnífica condición anotadora y culminar en el Estrella Roja una carrera excepcional.
Un grande de la canasta nos ha dejado, descanse en paz.
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