Decía Antonio Martín antes del partido que la Copa era el torneo de las sorpresas y bueno… salvo que el Gran Canaria eliminase al Valencia Basket, uno no sabe dónde buscar las sorpresas, porque, en fin, el Barcelona se clasificó llorando para el torneo y el Tenerife es mucho mejor equipo que ellos. Del resto de partidos, el resultado fue el que se podía prever antes de empezar y a la final llegaban los dos mejores equipos de lo que va de temporada en la Liga ACB.
Ponía Chus Matero en pista el mismo quinteto inicial que ha repetido a lo largo de toda la Copa, esto es, el formado por Campazzo, Abalde, Musa, Ndiaye y Tavares. En menos de un minuto, Tavares sacaba dos faltas personales a Yankuba Sima, que sorprendentemente, seguiría en pista durante cinco minutos más sin que el Madrid intentara sacarle una tercera falta al pívot de Unicaja.
En el primer cuarto las defensas se impusieron a los ataques, estropeando ambos equipos en el aro contrario lo que sacaban en el propio. Como de costumbre, muchas perdidas de balón en el Madrid (siete en esos minutos) y abuso del triple, con solo Abalde acertado desde más allá de la línea. Decepcionante paso por el cuarto de Bruno Fernando, que no termina de ser fiable en defensa y que en ataque tiene problemas por la falta de centímetros contra pívots más altos.
Al final del cuarto se llegaba con un 18-15 que señalaba la igualdad que se había vivido durante los primeros diez minutos.
El segundo cuarto transcurriría inicialmente por los mismos derroteros, con las defensas siendo mejores que los ataques. Por el Madrid, Hugo González abría el período con un 2+1 y un triple. La entrada de Ibaka mejoraba las prestaciones de Bruno Fernando y el Madrid se ponía por delante 26-27, tras un contraataque llevado por Llull. Unicaja subiría un punto más su defensa, provocando que el Madrid subiera también un punto en la pérdida de balones y en un visto y no visto el marcador reflejaba un preocupante para los blancos 34-27. Musa no había anotado todavía y Hezonja se mostraba muy acelerado.
Con 34-29 en el marcador, Osetkowski agredía descaradamente a Musa y, tras la revisión (los árbitros inicialmente no habían pitado nada), el Madrid apretaba el partido, acompañado del habitual “así gana el Madrid” coreado por un público que luego echa en cara a la afición madridista que no acuda a la supuesta “fiesta de las aficiones”.
Sea como fuere, al descanso se llegaba con 39-36 a favor de Unicaja. En la primera parte, las defensas se habían impuesto a los ataques y todo quedaba abierto para la segunda parte. La buena noticia para el Madrid era que, con un Unicaja muy acertado desde el triple y con escasa aportación de Campazzo, Musa y Hezonja, solo iba tres puntos abajo. La mala noticia era la de todos los días: 10 pérdidas de balón, innumerables triples sin sentido y pocas ideas en ataque ante una defensa sólida.
El Madrid empezó peor que mal el tercer cuarto, más flojo en defensa e igual de mal en ataque y el Unicaja lo aprovechó para coger una renta de ocho puntos, 50-42. Paraba Chus Mateo el partido, pero era en vano. La defensa del Madrid se empeñaba en hundirse tras el primer bloqueo directo de Unicaja y los tiradores del equipo malagueño lo aprovechaban para anotar desde lejos sin oposición. La diferencia se disparaba al 56-44 y el entrenador del Madrid tenía que volver a parar el partido.
Reaccionaba esta vez sí el Madrid, o, mejor dicho, lo hacía Facu Campazzo, que tomaba el mando de las operaciones, y el partido se volvía a apretar, teniendo que pararlo esta vez Ibón Navarro con 56-50. La reacción del Madrid resultó ser un espejismo y al final del cuarto se llegaba con 64-55 tras la mandarina de rigor de Sergio Llull sobre la bocina. Musa y Hezonja seguían desaparecidos y se estaba jugando a lo que quería Unicaja.
Con estos mimbres nos presentábamos en el último cuarto y todo seguía igual de inicio. El Madrid intentaba subir la intensidad ofensiva con Ndiaye, Hugo y Feliz, pero el Unicaja castigaba los miss-match defensivos blancos yendo a la línea de tiros libres o tirando liberados de tres. Feliz y Llull asumían la responsabilidad en ataque y el marcador se estabilizaba con ventajas de Unicaja en torno a los diez puntos.
Volvía Facu a pista por Llull y Unicaja estiraba de nuevo la ventaja hasta el 74-60. Chus paraba el partido y el Madrid rebajaba la diferencia a 7 puntos tras el primer triple anotado por Mario Hezonja. Fue el canto del cisne del Madrid, que siguió cayendo en la trampa de los miss-match que planteaba Kendrick Perry, que se castigaban rápidamente desde la línea de tres puntos o desde la de los tiros libres.
EL Madrid bajó los brazos a dos minutos del final y el Unicaja se hizo merecidamente con la victoria por 93-79. Sensacional partido del equipo malagueño, muy bien planteado por su entrenador y ejecutado a la perfección por sus jugadores.
El Real Madrid ha utilizado la Copa del Rey en los últimos años como trampolín para coger impulso para la segunda mitad de la temporada. En muchas ocasiones ha llegado a la Copa con malas sensaciones y ha salido reforzado. No va a ser así este año. Repitiendo los errores de toda la temporada, no solo no se ha disipado ninguna de las dudas que rodean al juego del equipo, sino que algunas de ellas se han acentuado. El equipo se ha mostrado muy frágil mentalmente, algo que ya se vio en la final de la Euroliga hace un año. Cuando las cosas se tuercen algunos jugadores desaparecen y otros deciden hacer la guerra por su cuenta. Se insiste en tirar de tres como única solución a los problemas en ataque y la defensa funciona solo a ratos. Hoy se concedió la línea de tres y el Unicaja lo aprovechó.
Sale el Madrid de la Copa con muy malas sensaciones y, recordemos, el pase a los play-offs de la Euroliga está muy en entredicho. El equipo está obligado a analizar lo que ha ocurrido y encontrar soluciones inmediatas si no quiere quedarse fuera de la Euroliga a las primeras de cambio, lo que sería un fracaso sin paliativos.
Enhorabuena a Unicaja Málaga, merecido campeón de la Copa del Rey 2025.
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