Durante los primeros meses de temporada (cuando ninguno de los dos estaba con problemas físicos y podían compartir minutos) existía una opinión casi unánime sobre la mezcla de Andrés Feliz y Sergio Llull. Esta opinión era negativa, muchos poniendo el ojo en el nivel del novato dominicano, otros en el nivel del veterano español, y algunos en el nivel de ambos.
Yo, como muchacho prudente y con cierta devoción por ambos, sabía de sobra de las capacidades tanto de uno, como del otro. No en balde, Andrés Feliz fue designado la temporada pasada como el segundo mejor base tanto de la ACB (por detrás de Facu Campazzo) como de la Eurocup (por detrás de TJ Shorts), y como podéis observar leyendo los nombres que he mentado, me estoy refiriendo a dos estrellas de Euroliga.
El dominicano es un jugador cocido a fuego lento desde su salida de la universidad, pasando por el Prat (filial del Joventut) y ascendiendo al primer equipo tras hacerse un nombre en las divisiones del segundo escalón nacional. Bien es cierto que la gestión de Chus no ayudó, ya que se le estaban pidiendo funciones en las que nunca ha destacado (dirección de juego), lo peor fue el bloqueo físico y mental que sufría (lesiones, actitud timorata, poca iniciativa).
Pero poco a poco fue agarrando confianza hasta convertirse en un baluarte a nivel defensivo, y un jugador que muestra cosas (y aún tiene mucho margen de crecimiento) que elevan el nivel del equipo. Estas características han logrado encajar bien con un Llull rápido de piernas, incisivo de cara al aro pisando pintura, y acertado desde el triple.
Siempre lo he repetido y siempre lo repetiré, Llull nunca es causa de ningún mal del equipo, al revés, su desempeño depende de su entrenador (rol y minutos asignados) y de sus compañeros (haber de tomar más o menos responsabilidades). Cuando todo va como tiene que ir, Llull ocupa el rol que debe y aporta como el que más.
Ha costado, pero llegada la primavera, esta dupla ha logrado conjuntarse hasta poder elevar el suelo del equipo, cosa que no hay que olvidar. Ellos dos pertenecen el grupo de jugadores que elevan el suelo (como Garuba), no de los que elevan el techo (ya sabéis a quién me refiero).
Esperemos que está dupla nos dé alegrías durante el próximo par de años, eso indicará que las cosas marchan bien para el conjunto blanco.
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