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El equipo de Chus Mateo

Creo que se cuentan con los dedos de una mano los partidos que nos han dejado un buen sabor de boca. Ni siquiera cuando se gana.

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Foto: Fermín Rodríguez | Fundación CB Granada
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Buenas. Yo he venido aquí para hablar del equipo de Chus Mateo. Por concretar, y para que nadie se llame a engaño, estoy aquí para hablar mal del equipo de Chus Mateo. Y no me resulta fácil, créanme. «¿Que no resulta fácil hablar mal del equipo de Chus Mateo?», se preguntarán algunos (bastantes, quizá muchos) con cierta sorpresa y no sin razón. Pues sí, en efecto, para mí no es fácil hablar mal del equipo de Chus Mateo. Y no me resulta fácil fundamentalmente por dos motivos, dejando al margen mi proverbial discreción y mi moderada hombría de bien, que tampoco ayudan.

Primero, porque Chus Mateo es un tipo que me cae bien. Simpatizo bastante con sus modales pausados y su calva imperfecta e incompleta. Y no es plato de buen gusto hablar mal del trabajo que lleva a cabo alguien que a uno le cae bien y le parece buen tipo, máxime si es calvo (aunque no lo sea del todo, pero eso es harina de otro costal). No es plato de buen gusto, como digo, pero alguien tiene que hacerlo de una vez. Y, miren ustedes por dónde, voy a ser yo.

Y segundo, porque desde el estricto resultadismo en el que milito es complicado hablar mal de un equipo de baloncesto a final del mes de marzo sin incurrir en grave incoherencia. Especialmente si ese equipo es el Real Madrid, que, por cierto, es el equipo de Chus Mateo —doy por sentado que prácticamente cualquier lector estará al tanto de este extremo, pero podría ocurrir que mi hija, mi señora o mi madre tropezasen accidentalmente con este artículo y no sepan de qué estoy hablando; no es fácil, pero podría ocurrir, así que la aclaración no está de más—. Decía que es complicado hablar mal del equipo de Chus Mateo a final de marzo desde una óptica resultadista sin ser incoherente. Y lo es porque, tal y como está montado el baloncesto en la actualidad, entre octubre y marzo los resultados no existen. Sobre todo, para el equipo de Chus Mateo. Entre octubre y marzo existen otras cosas que, si bien pueden parecerse a los resultados, en realidad no lo son.

Existe, por una parte, la absoluta catástrofe: no clasificarse para las eliminatorias, quedarse fuera, no tener siquiera posibilidad de competir por los títulos en juego, los títulos de verdad, los que se ventilan a partir del mes de abril. Esta circunstancia, que podría asemejarse a los resultados, a unos pésimos resultados, para el equipo de Chus Mateo es en realidad justo lo contrario: la ausencia total de resultados. Si no fuera por el monumental cabreo, por la náusea, por la indescriptible sensación de vacío absoluto que llegaríamos a experimentar en tal caso, podría decirse que prácticamente sería como si el equipo de Chus Mateo no hubiera existido. No sería una decepción, no. En efecto. Sería un fracaso. Perdón, en mayúsculas: UN FRACASO. Un fracaso de proporciones bíblicas, fuera cual fuese el esfuerzo que se hubiera hecho o lo mucho que se hubiese aprendido durante el camino. Afortunadamente, a 30 de marzo, no parece que nos vayamos a ver en esta tesitura. En Liga, el equipo de Chus Mateo lidera la clasificación, lejos ya del corte que marca el derecho a disputar el título. Algo que no todos pueden decir, dicho sea de paso. Y en Copa de Europa, la situación parece encarrilada tras los resultados de esta última semana. Encarrilada, aunque no resuelta. Toquemos madera.

Y existen, por otro lado, las expectativas y las sensaciones, que sirven exactamente para nada las primeras y para muy poco las segundas. De buenas sensaciones y grandes expectativas está empedrado el suelo del infierno de los fracasados. Y encima, el equipo de Chus Mateo ni siquiera nos las transmite. Ni unas, ni otras. Todo lo contrario. Las sensaciones, esa cosa etérea e inconcreta que nadie sabe explicar muy bien en qué consiste, son bastante malas. Creo que se cuentan con los dedos de una mano los partidos que nos han dejado un buen sabor de boca. Ni siquiera cuando se gana. Y en cuanto a las expectativas, me parece que a estas alturas son muy pocos los que aún otean en el horizonte la posibilidad de tocar metal. Por fortuna, insisto, el historial no crece a base de expectativas ni de sensaciones. No son resultados.

El caso es que, si los resultados no existen a estas alturas de la temporada, un resultadista puro difícilmente puede aventurarse a hacer crítica negativa de su equipo en este momento. No estaría bien, no sería honesto. Así las cosas, la única posibilidad de hablar mal del equipo de Chus Mateo a final de marzo sin hacer trampas sería hacerlo con conocimiento de causa. Con un mínimo, al menos. Conocer el juego, comprender sus entresijos, entender los porqués, establecer alguna relación de causalidad entre el transcurso de cada jugada y su triste final, entre el desarrollo de cada defensa y la consiguiente canasta del rival. En definitiva, saber de qué está uno hablando. Huelga decir que ese no es mi caso. Mis conocimientos sobre el juego de baloncesto me dan para disfrutar de sus emociones (cuando las hay), distinguir una defensa individual de una defensa en zona siempre que no se embarulle mucho la jugada, seguir el marcador y saber que Rudy es el mejor. Poco más.

chus mateo usman garuba
Foto: Mariano Pozo | ACB

Y sin embargo, a pesar de todo, voy a hablar mal del equipo de Chus Mateo. Sí, voy a ser deshonesto e incoherente. A este punto me han llevado. Voy a decir que no me gusta el equipo de Chus Mateo, que me aburre su juego feo y deslavazado, que me desespera su inconsistencia, que no necesito esta apatía y esta pereza que van creciendo conforme se acerca la hora de saltar a la cancha, que ya casi se me ha olvidado cuándo fue la última vez que me puse nervioso viendo un partido, que apenas me despierta alguna emoción positiva, que noto incluso cierto malestar físico cuando lo veo jugar, que tengo malas sensaciones, que raramente termino un partido con buen sabor de boca y que no albergo la más mínima esperanza de ganar algún título. Pero no me pidan disertaciones técnicas sobre el desempeño del equipo de Chus Mateo. Ni sé, ni puedo, ni quiero hacer un diagnóstico preciso sobre las causas, las razones y los motivos de todo este desatino.  Hablo de lo que veo y de lo que siento. Al fin y al cabo, sólo soy un modesto forofo de provincias que hace gala de sus limitaciones.

Supongo que Chus Mateo no es el único culpable de todo esto. Si lo fuese estaría rayando la más perversa maldad, y ya dije que me parece un buen tipo. No. Habrá más responsables, seguro. Las culpas estarán repartidas: desacierto en los fichajes por parte de unos, bajo rendimiento por parte de otros, cierto conformismo por parte de la mayoría. Pero todo cristaliza en la figura de Chus Mateo. Puede que no sea del todo justo, pero él no está ayudando. Él tiene la responsabilidad de conseguir que el equipo sea algo más que la suma de sus integrantes, pero tiene uno la sensación de que ocurre justo lo contrario, de que estos jugadores, salvo alguna que otra excepción (para bien y para mal), están dando un rendimiento bastante inferior al que cabía esperar de ellos, individualmente y, sobre todo, en conjunto.

Se atribuye a Sir Winston Churchill la ocurrencia de admitir que en más de una ocasión había tenido que comerse sus palabras y siempre habían resultado una excelente dieta. Ojalá pueda yo decir lo mismo allá por el mes de junio. Pocas cosas podrían apetecerle más al resultadista recalcitrante que llevo dentro, para acompañar una cerveza a la soleada hora del aperitivo, que este suculento artículo.

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Escrito por
Leandro - Columnista

No sé exactamente desde cuando soy seguidor del Real Madrid Baloncesto, pero recuerdo que varios jugadores llevaban bigote. Una mañana invernal y laborable de 1983 o 1984 entré en el pabellón de la antigua Ciudad Deportiva y vi cómo Clifford Luyk intentaba enseñar a Fernando Romay a pivotar, girarse y lanzar a canasta sin cometer pasos. Resultadista convencido y militante. Opino siempre a posteriori y así me equivoco menos. En realidad, no me gusta el baloncesto. Ni el fútbol. A mí, lo que me gusta es el Real Madrid.

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