El baloncesto, como la vida, como tus ganas de ir a trabajar todos los días, cambian. Pero siempre hay unos intangibles que hay que cubrir, porque por mucha pereza que tengas, el trabajar es necesario para sobrevivir y permitirte los servicios básicos que este sistema capitalista nos ofrece por un módico precio. Al igual, las políticas de cantera de los clubes de baloncesto europeos han evolucionado y cambiado con el tiempo, pero son necesarias para algo tan básico como crear jugadores para que la pista esté poblada de personas en calzones jugando a meter en un aro un balón gordo.
En el siglo XX, tiempos de la Liga Nacional y posteriormente de una incipiente ACB, la cantera de un club de élite era algo casi uniforme: los mejores chavales de la ciudad conformaban los equipos de categorías inferiores del club, con alguna que otra excepción que con el paso del tiempo se convirtió en algo habitual: el chaval de provincias, que descubierto en algún torneo autonómico o nacional que destacase, era invitado a formar parte del club. Empezaba el trabajo de captación de jugadores de fuera del ámbito urbano, con un primitivo scouting y unas ofertas que apenas pasaban de costear los estudios y la vida en la capital. En el plano blanco podemos citar de memoria jugadores que terminaron en el Real Madrid según este plan: Luis María Prada o Juanma Iturriaga podrían ser dos buenos ejemplos de ello.
Este trabajo dejó de ser “casual” y donde la suerte a veces tenía una importancia desmedida (Fernando Romay) pasando a ser una parte totalmente estructurada del club, donde la mente de Ferrándiz también dejó huella, como fueron las llamadas operaciones altura, donde jugadores de todo el territorio nacional acudían a Madrid con la esperanza de quedarse en el club blanco. No solo había que fichar lo mejor, había que intentar formar lo mejor.
El siglo XXI con su ley Bosman fue todo un batacazo y revolución en cuanto a la formación de jugadores de baloncesto de alto nivel. Ya no solo bastaba con controlar los clubes y colegios de la ciudad. Ya no bastaba con acudir a los campeonatos de España infantil, cadete y junior. E incluso no era suficiente repartir ojeadores por todo el territorio nacional. Ahora Europa era el mercado, mucho más grande, con muchas más posibilidades, y también, con muchas más dificultades logísticas. Y esas necesidades, significaban dinero, contactos, trabajo. Ahora había que cubrir todo el viejo continente, analizar a ese jugador italiano, serbio, griego o esloveno de 15 años que destacó en el ultimo europeo cadete, seguirle unos meses, conocer su entorno, hablar con los técnicos y decidir si hacerle una oferta para traerlo a Madrid, con la promesa de ayudarle a conseguir ser profesional de la canasta e incluso con ofertas económicas de por medio. Y ahí el Madrid también evolucionó y cambió creando una red que le permitió tener en sus filas a los mejores proyectos en su estructura de cantera, con títulos nacionales y europeos (también cuentan), y de paso asistir al primer equipo con jugadores de proyección y ese punto de ilusión que significa tener a un canterano en el primer equipo. De todos es conocido la enorme ilusión y alegría con la llegada de Nikola Mirotic al primer equipo tras formarse varias temporadas en inferiores.
No me voy a exceder en nombrar los canteranos que el Real Madrid ha sacado durante su historia, tanto para su primer equipo, selecciones nacionales, resto de equipos ACB, e incluso la NBA. Los nombres están al alcance de cualquiera en un solo click, y solo leer los nombres demuestra que la inversión, económica, material y personal merece la pena, así como los esfuerzos en evolucionar y trabajar para seguir siendo élite también en este aspecto.
Hoy ya, en el 2025, hay un nuevo punto de inflexión. La llegada del dinero estadounidense de una remozada NCAA amenaza con fagocitar de jugadores jóvenes a la vieja Europa. Bueno, amenazar, no, es un hecho. La nueva normativa universitaria que permite a patrocinadores externos pagar ingentes cantidades de dinero a las promesas del balón gordo y el aro, está cambiándolo todo. Un proyecto de jugador puede verse con sus 18-19 años con una oferta de un millón de euros o más por temporada, hecho impensable hasta hace nada y que cambia el mercado por completo, incluso con voces desde Murcia abogando por eliminar estos equipos de base, no merece la pena invertir en jugadores que se van a ir en un plazo corto, con el consabido perjuicio que ello acarrea.

Mi percepción es otra, hay que cambiar, evolucionar y trabajar, como se ha hecho desde el principio de los tiempos, en Europa y en el Real Madrid Baloncesto. Quizá con un cambio de perspectiva, asumir como cesiones estas fugas que en muchos y numerosos casos tendrán un viaje de vuelta. Introducir clausulas por sistema para que la pérdida económica no sea notable, enfocar bien la inversión y tener claro si se quiere seguir sacando jugadores para el primer equipo (Garuba, Eli y Hugo son actualmente tres canteranos en el primer equipo… pocos equipos ACB pueden presumir de ello) y dedicar toda la potencia económica y de marca que es el Real Madrid. Pero para ello hay que trabajar e innovar, no vale con dar carpetazo y rendirse ante la NCAA. Eso no está contemplado en los estatutos del buen madridista pipero, cuyo presidente es el que esto suscribe.
Que hay que seguir, leñe, no hay más.
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