Últimamente solo me toca hablar de pérdidas humanas. Este domingo el Real Madrid Baloncesto perdió en esta vida terrenal a uno de sus mejores jugadores de la historia, Rafael Rullán, ala pívot que vistió la elástica blanca durante 18 temporadas (casi nada) nos dejó el domingo 4 de mayo, al parecer por una larga enfermedad, de la cual ha transcendido poco, salvo lo comentado por algunos allegados, dando a entender que el desenlace era ya irremediable.
Pero dentro de la tristeza, vamos a intentar recordar a todo un jugadorazo. Un interior que revolucionó el juego, aquel baloncesto que cuando a un interior se le ocurría botar el balón o salir de la zona, se encontraba con todo el mundillo ojiplático e inquisitivo ante tamaña desfachatez y ataque a la pureza del juego. Y nuestro protagonista era así, un grande en estatura con un maravilloso juego de pies y una muñeca fina y exquisita.
Nacido en Palma de Mallorca en 1952, Rafael Rullán Ribera y su figura era fácilmente reconocible en el equipo blanco durante las décadas de los 70 y 80, siendo el más espigado del equipo (con permiso de Fernando Romay, pero infinitamente menos torpe) y junto con su maravillosa coordinación y técnica le convertía en un rara avis del baloncesto de esos tiempos. La paulatina llegada de moles físicos desde el otro lado del Atlántico, o bien desde la propia vieja Europa (Dino Meneghin sin ir mas lejos) propició que tanto Ferrándiz como Lolo Sainz instigaran a abrir su posición, siendo sus tiros laterales todo un clásico de aquellos años, alejándose más con el paso del tiempo y aumentando su rango de tiro, convirtiéndose en la estrella silenciosa necesaria para que el Madrid ganase partidos, prestigio y títulos, llevándose la gloria popular los Walter, Brabender, Corbalán y compañía.
Su palmarés… simplemente impresionante, solo señalar 14 ligas, 9 copas y y 3 copas de Europa. De estas últimas especialmente relevante fue la lograda en 1980, con una actuación sublime ante el favoritísimo para llevarse el torneo ese año, el ínclito Maccabi de Tel Aviv, que no pudo sino hincar la rodilla ante la majestuosa actuación del Real Madrid en general y de Rullán en particular. Durante su periplo profesional, aparte de este sinfín de títulos, fue partícipe en 5 ocasiones de la ya extinta selección europea, y lo que ello conllevaba, tanto en el prestigio del jugador, como el material, ya que a los integrantes de la misma se les obsequiaba con un Rolex que bien eran exhibidos por los orgullosos integrantes de la misma
En la selección española su palmarés fue menos fértil, fruto de vivir una época de cuasi dictadura de la URSS y Yugoslavia, aunque con el magnífico logro de la medalla de plata del Eurobasket de 1973, junto a los Buscató, Brabender y compañía, en el que fue el primer gran torneo de la selección española en la era moderna.
Hombre de club, fue delegado del equipo años después de retirarse, la tragedia irrumpió en su vida tras la muerte de uno de sus hijos, integrante de la cantera del Real Madrid, acontecimiento que todo el madridismo unido demostró el enorme afecto y cariño que tenía por este histórico de nuestro club y del baloncesto europeo.
Nos ha dejado una estrella modesta y silenciosa, pero seguirá brillando en la historia del club, anotando tras finta o fusilando suavemente la red desde cinco metros.
Descanse en paz
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