La Cara B de la Copa

A un día de que empiece la Copa todos tenemos más o menos claro cuáles son los cruces: Unicaja vs Joventut y La Laguna Tenerife vs Barça por un lado, Real Madrid vs Manresa y Gran Canaria vs Valencia Basket por el otro. Pero este no es un artículo de pronósticos ni previas. Digamos que vamos a poner el foco en algunas de las cosas que rodean a la Copa.

Ya conocen la historia que se vende siempre que llega esta cita. Cuatro días de baloncesto en los que a muchos les gusta mirar por encima del hombro a los seguidores de otros deportes y en los que no se hace otra cosa que aplaudir y alabar que ocho aficiones convivan juntas -y con buen rollo- en la misma ciudad durante unos días. Ya saben, es «la fiesta de las aficiones». Una frase vacía que daría para un análisis aparte.

La Copa, como competición, es un formato que funciona. El pabellón de turno se llena casi siempre, la ciudad anfitriona recibe a miles de aficionados de toda España y la ACB obliga a esos mismos aficionados a vender algún órgano para poder pagar uno de los abonos. También daría para otro artículo la prohibitiva y continua subida de los precios de este evento.

Un torneo que tiene tanto interés tanto por lo que ocurre en la pista como por el juego que dan los partidos en las redes sociales. Me aventuro a decir que la mayoría de los que estén leyendo este artículo (si es que lo está haciendo alguien) tendrán una cuenta en redes sociales. Y si concretamos un poco más es posible que sean usuarios de Twitter/X. En un tercer ejercicio de atrevimiento -y siempre que haya acertado los dos puntos anteriores- me tiraré otro triple afirmando que son de los que ven el partido y a la vez miran Twitter. Ahí, sobre todo… leen lo que van escribiendo esos tuiteros anónimos o ya no tan desconocidos que llevan años apareciendo en su móvil. Todo, hasta el punto de que uno termina por no enterarse ni de lo que está viendo en el móvil ni de lo que lee en Twitter.

Todo este ritual se repite durante la temporada regular pero durante la Copa cobra incluso más importancia. Porque este torneo tiene un componente de eliminación, tensión y pique con otras aficiones que es imposible de encontrar el resto del año. Así que después de terminar el partido llega la parte de la que más se benefician las redes: la polémica. Ya sea real, inventada o cogida con pinzas. La polémica vende siempre.

A través de ella crece una «Copa paralela». Una Copa tan entretenida como los propios encuentros y que suele empezar cuando alguien a quien sigues cita el tuit de algún aficionado rival quejándose. Normalmente, del arbitraje. A partir de entonces, da comienzo una bola de respuestas, menciones y discusiones sin fin en las que cada uno defiende lo suyo y rara vez se consigue cambiar la opinión del otro.

Es lo que me gusta llamar la cara B de la Copa. Una de las más recientes y por qué no decirlo, quizá la más divertida.