Confieso que uno ya no sabe si Chus Mateo es un genio incomprendido o un suicida. El día que el Madrid se jugaba la vida en la Euroliga, descartaba a Eli John Ndiaye y metía como titular a Xabier Rathan-Mayes, que a su vez había sido el descarte de la Copa junto a Dennis Smith Jr el Breve.
Y claro, semejante genialidad solo podía salir de una manera: mediado el primer cuarto, el bueno del canadiense había perdido ya tres balones (uno, a los 10 segundos; el tercero, realmente cómico), había dado una asistencia, había botado más veces el balón que el Facu y había lanzado un airball que había pasado a un metro del aro.
Mientras el Barcelona se dedicaba a jugar a darle balones a Satoransky y el Madrid se dedicaba a jugar a lo de todos los días, los primeros minutos resultaron malos de solemnidad.
La cosa se animó un poco cuando los del Barça parecieron descubrir que había otros cuatro jugadores en pista y a mitad de cuarto se iban a un 11-18 a favor tras un par de triples de Parker. Empezaban los cambios en el Madrid y, con un quinteto más reconocible que el que había empezado el partido (que había sido Campazo, Rathan-Mayes, Musa, Garuba y Tavares), se igualaba el partido y al final del cuarto se llegaba con un 23-25 tras una canasta de Parra sobre la bocina.
El Madrid tardó 2 minutos y un segundo en conseguir sus primeros puntos del segundo cuarto y lo hizo desde la línea de tiros libres. El Barcelona aún tardó un par de ataques más en lograr su primera canasta en el cuarto. Clara demostración de las horas bajas que pasan ambos equipos.
Poco se puede destacar de un segundo cuarto aburridísimo, en el que los dos equipos compitieron en errores la mayor parte del tiempo. Tal vez un par de semiganchos de Serge Ibaka y un bonito aro pasado de Hezonja. El Barcelona daba la sensación de tener las ideas algo más claras que el Madrid, pero como tampoco está para florituras, el partido se mantenía igualado, con pequeñas ventajas azulgranas. Por el Barça, Parra (!) sembraba el terror en la defensa blanca y por el Madrid Ibaka asumía el rol de tirador del equipo y sumaba dos errores a la larga nómina de fallos desde más allá de la línea de tres puntos.
Al final del cuarto se llegaba con otra canasta sobre la bocina, esta vez de Justin Anderson, y el Barça se iba al descanso 3 arriba, 40-43. Partido descafeinado (infumable) hasta entonces, con mal juego y, lo que es peor, con poca ambición por parte de ambos equipos, como si ninguno de ellos se estuviese jugando nada. El Barça podía poner la excusa de estar en cuadro. El Madrid, ni eso.
El tercer cuarto se abrió con dos balones al poste para Tavares que acabaron en canasta seguidos de un 3+1 de Abalde. Lo de los balones a Tavares al poste al comienzo de los cuartos es curioso: siempre son la primera jugada de cada tiempo y luego no tienen continuidad. Es como si Mateo nos estuviera diciendo: “¿lo habéis visto bien? Espero que sí, porque no lo vais a volver a ver hasta el próximo partido”.
Este inicio del cuarto sirvió para que, por primera vez en el partido, fuera el Madrid el que mandara en el marcador, con ventajas tan exiguas como las que había tenido el Barça hasta entonces.
Mediado el cuarto, el Barça daba síntomas de estar al límite, pero como el Madrid no está para nada este año, le costaba un mundo abrir ventaja. Un nuevo balón al poste para Tavares (cuatro ya hoy, por entonces) y un triple de Abalde ponían al Madrid siete puntos arriba.
Por alguna razón que solo Peñarroya debe saber, el entrenador azulgrana colocaba a Parker de cinco y el Madrid veía el cielo abierto. Se veían por fin algunas jugadas de baloncesto (sí, a estas alturas ya nos conformamos con muy poco) y el Madrid estiraba la ventaja hasta los once puntos. Sin embargo, vuelta a los errores, esta vez no solo en ataque sino en defensa, y el Barcelona se iba vivo al último cuarto, 70-67. El Madrid encajaba un parcial de 9-1 en apenas un minuto y tiraba por la borda todo el trabajo del cuarto.
El Madrid empezó mejor el último cuarto, lo que le permitió estirar de nuevo la ventaja hasta los ocho puntos. Pero como una de las señas de identidad de este equipo es la inconsistencia, una vez más dejaba escapar la ventaja y volvía a dar vida al Barça a base de errores. Metu abusaba en ataque de la fragilidad en defensa de Bruno Fernando y Mateo se veía obligado a devolver a pista a Tavares.
A cinco minutos del final, el Madrid mandaba por seis puntos pero, jugándose los dos equipos media temporada y estando como estaba el marcador igualado, la sensación era como de que no se jugasen nada. A ambos conjuntos se los veía alicaídos y esa intensidad que casi siempre ha definido a los enfrentamientos entre Madrid y Barça no aparecía por ningún sitio.
Al Barça le bastó con aprovechar los errores del Madrid para igualar el partido y a los dos últimos minutos se llegaba con un solo punto de ventaja a favor del Madrid. De ahí hasta el final, ganó el menos malo, que fue el Madrid y supo sobrevivir mejor al carrusel de errores propios y ajenos.
Victoria sin lustre ante el eterno rival, que además es rival directo por las últimas plazas de acceso al playoff. El Madrid tendrá el basket-average a favor en caso de empate. Ambos equipos atraviesan una depresión bastante profunda a la que no se le ve la salida, pero al menos el Madrid salvó el primer match point en contra.
Mucho tiene que mejorar el juego del equipo si quiere tener alguna opción en su próxima visita a la cancha del Panathinaikos.
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