Y cuando nadie se lo esperaba, el Madrid descubrió que ese señor tan alto que está cerca del aro también puede recibir el balón y hasta tirar a canasta. Al final del primer cuarto, Walter Tavares había metido 14 puntos, el equipo solo había perdido un balón y había metido cuatro triples de seis intentos (un 66% de acierto) y un 32-10 en el marcador que dejaba el partido visto para sentencia.
Hacía océanos de tiempo, que diría Gary Oldman que el Madrid no jugaba tantos minutos seguidos con las ideas tan claras. Es verdad que el Asvel Villeurbane contribuyó a la fiesta no presentándose al partido, pero déjennos disfrutar del momento, que menuda temporada nos estamos metiendo entre pecho y espalda.
El inicio del segundo cuarto, con la “segunda unidad” en pista, nos trajo una versión más reconocible del Madrid y llegaron los fallos en el triple y en canastas fáciles, aunque en líneas generales, se vio un mejor cuidado del balón y alguna idea más en ataque de lo normal, y un juego más colectivo de lo habitual. ¿Brotes verdes?, ¿el famoso patrón de juego que anda buscando Chus después de cinco meses largos de competición? Vaya usted a saber.
La cuestión es que el partido parecía finiquitado por la vía rápida hasta que, mediado el cuarto, los de blanco se echaron a dormir y a los de negro les sonó el despertador. Un puñado de buenas acciones de Theo Maledon (spoiler: no va a venir) rebajaban la diferencia a 13 puntos (42-29) y nos devolvían a nuestra triste realidad, la de ser incapaces de mantener un nivel decente de juego durante varios minutos seguidos. Si hace una semana se jugó bien la primera parte en Bolonia y muy mal la segunda, hoy nos contentamos con hacer un muy buen primer cuarto.
La vuelta de los titulares a pista y en especial la de Tavares por un decepcionante y enfadado Ibaka, devolvieron la cordura al juego del Madrid y al descanso el marcador señalaba un 52-34 nada habitual esta temporada. 19 puntos, llevaba Tavares por entonces y, salvo la parte central del segundo cuarto, se había visto un Madrid mucho mejor que el visto durante el resto de la temporada.
El tercer cuarto empezó tranquilo con dos puntos más de Tavares, pero a los dos minutos y medio el Facu hacía un mal gesto al intentar robar un balón y se marchaba lesionado. Hay años en los que es mejor no levantarse de la cama.
No hubo muchas cosas más que reseñar en el tercer cuarto. El Madrid estiraba la ventaja por encima de los 20 puntos y el Asvel la reducía al entorno de los 15 y así iban pasando los minutos. El partido se volvió tedioso, con el Madrid pendiente de guardar fuerzas ante lo que viene y el equipo visitante incapaz de montar un juego consistente.
El último cuarto se abría con 15 puntos de ventaja para los blancos y con el Facu de nuevo en pista. Aunque se le vio algo renqueante, parece que todo quedó en un susto. Y, aparte de eso, ¿qué contar del último cuarto? Pues por orden, un sensacional tapón de Hugo González, un montón de balones perdidos, el Asvel poniéndose a solo 10 puntos de desventaja, un Fernando invisible en defensa y fallón en ataque, y un Madrid que se complicaba innecesariamente el partido.
Un par de buenos ataques bastaban para volver a coger un colchón aceptable pero también para preguntarse por qué, si en la primera parte Tavares había hecho añicos al equipo francés, ahora que el partido se había apretado ya nadie se acordaba de darle un balón. En fin, cosas de un equipo bipolar que sigue empeñándose en elegir el camino más difícil cuando ve claramente cuál es el más fácil.
Al final, victoria por 81-70 que, aunque viene de la mano de 23 puntos de Tavares, no despeja ninguna de las dudas que rodean al juego del equipo. Aunque los resultados de los demás equipos que luchan por las últimas plazas de play-off y play-in no han acompañado, la victoria permite mantener intactas las opciones de clasificación. Era el único partido sencillo que quedaba y había que ganarlo fuera como fuera.
Ahora quedan cuatro partidos a vida o muerte contra rivales directos, dos en casa contra Milán y París, y dos visitas a Belgrado par enfrentarse a los dos equipos de la capital de Serbia. Perder uno de los de casa será muy probablemente letal y, en cambio, ganar uno de los de Belgrado sellaría la clasificación.
Con el actual nivel del equipo, va a haber que sudar sangre para estar en las eliminatorias. Si dentro de una semana contra Milán nos acordamos de que el señor alto que está cerca del aro también puede tocar el balón y hasta tirar a canasta, tendremos más posibilidades de pasar de ronda.
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