Hacía mucho tiempo que el Madrid no vivía una temporada tan convulsa como la actual. Con derrotas en los dos títulos que se han disputado hasta ahora y con la clasificación para los playoffs de la Euroliga pendiendo de un hilo, no son los malos resultados lo peor, sino la nefasta gestión que se está haciendo desde todos los niveles de la sección. No hablaremos hoy del entrenador, al que ya se le han dedicado unas cuantas líneas en esta misma web, pero sí comentaremos algunas cosas sobre la marcha de la sección.
Decíamos que hacía tiempo que la situación de la sección de baloncesto no vivía una situación tan mala como la actual y así es. Nos detendremos después en el verano de 2022, pero hay que remontarse a los momentos finales de la segunda temporada de Ettore Messina al frente del banquillo blanco para encontrar un momento peor que el actual. Por entonces, el proyecto del entrenador italiano, que había arrancado ilusionante, se había torcido por completo. Un Barcelona superior le había dejado sin títulos dentro y fuera de España, el entrenador se había enfrentado con algunos de los pesos pesados del vestuario y con la prensa, que a su vez intoxicaba el ambiente todo lo que podía y la dirección de la sección, la misma que tenemos hoy, se movía por detrás del escenario para conseguir quitar de en medio a un entrenador que se había vuelto incómodo.
Tras la caída de Messina, estamos en el verano de 2011, hubo un intento por parte de la dirección deportiva de colocar al frente del equipo a ese magnífico vendedor de motos que durante un par de temporadas gozó de un gran prestigio, vaya usted a saber por qué, que es Jasmin Represa. Afortunadamente, la cosa no cuajó y quien acabó sentándose en el banquillo fue Pablo Laso, que llegaba con muy poca experiencia como entrenador, aunque empezaba a despertar atención en el Lagun Aro de San Sebastián, la vitola de haber sido jugador del equipo blanco durante un par de temporadas en mitad de los años oscuros que siguieron a la salida de Obradovic y con el aval de Alberto Herreros. Ojo, de Herreros, no de Juan Carlos Sánchez, que es quien apostaba por Represa.
Los años de Laso, con sus mucho triunfos y algunas derrotas duras, especialmente en Europa, fueron, al menos aparentemente, una balsa de aceite. El equipo ganaba y desplegaba un juego muy atractivo. La confección de las plantillas era en líneas generales muy buena y todo parecía marchar a pedir de boca.
Pero en junio de 2022, justo antes de comenzar la final de la Liga ACB frente al FC Barcelona, Laso sufrió un infarto, quedando el equipo en manos de Chus Mateo que fue capaz de hacerse con el trofeo. Y aquí llegó el punto de inflexión y aparecieron los polvos de donde vienen estos lodos. Un mes después Pablo Laso dejaba el club en medio de una gran polémica. Aunque el club adujo que el entrenador no estaba en condiciones de seguir entrenando y que lo hacía por velar por su salud, pronto trascendía la mala relación de Laso con Juan Carlos Sánchez, mala relación que, por lo visto, venía de largo y que solamente los títulos habían evitado que estallara como estalló en ese verano.
Desde ese verano de 2022, la sensación para uno que lo ve desde fuera y es un mero aficionado es que la interinidad se ha adueñado de la sección. Es cierto que en la era Laso ya hubo decisiones cuestionables y que no siempre se acertó con los relevos, pero una columna vertebral de acero formada por nombres como Rudy, los Sergios, Carroll, Felipe Reyes, el Facu Campazzo o Luka Doncic tapaba cualquier carencia. En líneas generales también se acertó con los secundarios y no creo que ningún aficionado guarde mal recuerdo del paso por el club de tipos como Causer, Maciulis, Taylor, Pocius, William-Goss, etcétera.
Pero esos tiempos pasaron y el equipo aguantó aún dos temporadas más subido a la ola de los últimos servicios al club de Rudy Fernández y el Chacho. Con, seguramente, casi las mismas carencias que ahora, pero con un puñado de jugadores que son historia del baloncesto y que siguieron ganando y haciendo ganar.
Pero los años pasan y las plantillas se tienen que renovar y, en un baloncesto europeo ultracompetitivo, que además sufre una sangría constante de jugadores rumbo a la NBA, intentar armar una plantilla a base de jugadores que acaban contrato y sin gastar en traspasos, es algo muy complicado.
Si pierdes a Rudy Fernández en verano, no puedes pretender encontrar un sustituto de garantías yendo a buscarlo a un equipo de segundo o tercer nivel de la liga rusa.
Si Poirier se marcha del equipo no solo porque en Turquía le ofrecen un mejor contrato, sino porque no disfruta del protagonismo que debería tener y se ganó con creces en la cancha, no se puede rellenar su hueco con un excelente profesional y jugador como es Serge Ibaka, pero que tiene un registro absolutamente contrario al del francés y al que además su físico no le permite ya rendir como antaño.
Sí se pagó la cláusula de rescisión de Andrés Feliz para ocupar el hueco dejado por el Chacho, pero, siendo un buen jugador al que le ha costado arrancar, no es un jugador diferencial. Y si te gastas el dinero, cosa que nos cuesta mucho al parecer, pues lo suyo es ir a por un jugador de experiencia contrastada en Euroliga.
Tras los JJOO, Yabusele también hizo las maletas y la respuesta del club fue repescar a un Usman Garuba que vino lesionado tras su frustrante experiencia en la NBA y al que le está costando un mundo readaptarse al baloncesto europeo. Con Eli John Ndiaye ocupando el mismo puesto en el equipo, tal vez se debía haber buscado otro perfil por dentro, pero con estos fichajes se dio por cerrada la plantilla.
El tiempo, la lesión de Gabi Deck y las derrotas hicieron que la dirección deportiva se desperezara y tuviera que moverse en el mercado de fichajes antes de que se cayera el equipo por completo. Y empezaron a sonar nombres rimbombantes: Cordelier, Maledon, Sam Dekker… Todos estaban prácticamente hechos hasta que los que aparecieron por el Palacio de Deportes fueron Dennis Smith Jr y Bruno Fernando. En vez de gastarnos el dinero, habíamos tirado de dos descartes de la NBA, sin experiencia en Europa.
El equipo necesitaba un base/escolta que fuera bueno en defensa y fuera capaz de aportar puntos en ataque. Para eso vino el bueno de Smith… con la pega de que llevaba 10 meses sin tocar un balón por culpa de las lesiones. Su paso por el Palacio, dicen, va ser visto y no visto y habrá servido, principalmente, para perder el tiempo y que se cierre la ventana de fichajes de la Euroliga sin haber incorporado a nadie.
Otra de las carencias del equipo era la de un ala-pívot que tuviera buena mano y también ayudara en defensa. Aquí el nombre estaba clarísimo y era Sam Dekker, que terminaba contrato con el Joventut… y apareció Bruno Fernando. El angoleño es un cinco en el cuerpo de un cuatro, con evidentes problemas de tiro lejos del aro y que de momento no ha aportado nada en defensa.
En suma un mercado de fichajes que recuerda a los años gloriosos de Almond, Pelekanos, Massey, Attruia y tantos otros que creíamos que se habían ido y en realidad resulta que nunca se fueron.
Ahora dicen que se está trabajando en el fichaje de Patrick Beverley. Otro ex-NBA en el ocaso de su carrera que además tiene un carácter muy conflictivo que no parece lo más conveniente, dados los tiempos que corren. O tal vez todo sea humo, que es una especialidad de la dirección deportiva.
Malos tiempos para la sección que pueden ser peores. Dicen que la relación de algunos jugadores con Chus Mateo no es la mejor, que Ibaka valoró irse, y ahora salen informaciones que apuntan a que Ndiaye hará las maletas en verano. En lo deportivo, la temporada en Europa, que, seamos sinceros, es la que de verdad importa, pende de un hilo y puede irse al carajo definitivamente este jueves si se pierde ante el FC Barcelona. Problemas que se acumulan y la sensación es que no hay nadie al volante.
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